Acompañar el enojo infantil con respeto y amor

El enojo también es parte del amor

Anúncio

A veces nos cuesta aceptar que nuestros hijos se enojen. Nos asusta verlos gritar, patear, llorar con rabia. Queremos que estén tranquilos, felices, “portándose bien”. Pero la verdad es que el enojo es una emoción sana, válida y necesaria.

Sentir enojo no significa que el niño sea agresivo. Significa que algo le incomoda, que hay un límite cruzado, que necesita expresar algo que le duele. Lo que sí necesita aprender es cómo sentirlo sin lastimarse ni lastimar a los demás.

Y para eso, lo primero que necesita es que tú también puedas acompañar ese enojo sin miedo.

Anúncio

¿Por qué es importante no reprimir el enojo?

Cuando un niño aprende que no puede enojarse, lo que hace es:

  • Guardarse lo que siente hasta explotar
  • Llenarse de culpa por sentir
  • Reprimir su malestar y convertirlo en tristeza o ansiedad
  • Aprender a “quedar bien” con todos, sin poner límites

Pero cuando aprende que puede enojarse y expresarlo con respeto, se vuelve una persona más clara, más firme, más segura de sí misma.

El enojo no es el enemigo. El descontrol sí lo puede ser, si no se acompaña.

¿Qué pasa si el niño golpea, grita o lanza cosas?

Primero: eso no lo hace un “niño malo”. Lo hace un niño que aún no tiene recursos para expresar lo que siente de forma segura. Es su manera de decir: “No sé qué hacer con esto que me pasa.”

Ahí es donde entra tu rol. No para castigarlo, sino para enseñarle, poco a poco, otra forma de canalizar esa fuerza emocional.

Cómo acompañar el enojo sin reprimirlo

Aquí tienes algunas claves que te ayudarán a sostener ese momento difícil sin negarlo, pero también sin permitir daño:

1. Mantén la calma (aunque sea difícil)

Cuando un niño está enojado, necesita que tú no te contagies de esa rabia, sino que seas su ancla. Puedes respirar, hablar suave, quedarte cerca sin gritar.

“Veo que estás muy enojado. Estoy aquí.”
“Puedes enojarte, pero no te puedo dejar pegar.”
“Vamos a respirar juntos hasta que te sientas más tranquilo.”

La calma del adulto regula el sistema emocional del niño.

2. Valida su emoción

No minimices, no burles, no digas “eso no es para tanto”. Porque para él sí es importante.

“Te enojaste porque no querías que eso pasara.”
“Te sentiste muy frustrado y está bien sentirlo.”
“No te gusta cuando cambian los planes. Lo entiendo.”

Sentirse escuchado baja la intensidad de la emoción.

3. Pon límites sin castigar

El enojo no se castiga. Se contiene. Puedes poner límites de manera clara y amorosa:

“No te puedo dejar gritarme así, pero sí podemos hablar.”
“Si necesitas golpear, podemos buscar una almohada.”
“Te acompaño hasta que te sientas mejor, pero no podemos romper las cosas.”

Los límites protegen, no avergüenzan. Y se pueden dar sin desconectarse emocionalmente.

4. Ayuda a ponerle nombre a lo que siente

“¿Estás enojado porque no pudiste elegir?”
“¿Te molestó que no te dejaran participar?”
“¿Sentiste que no te escucharon?”

Cuando el niño puede nombrar su emoción, empieza a tomar conciencia de ella y a gestionarla mejor.

5. Después del enojo, reconecta con ternura

Una vez que la tormenta pasa, no hace falta sermonear. Solo acompañar con amor y hablar desde la calma.

“Gracias por calmarte. Estoy orgullosa de ti.”
“Todos nos enojamos a veces. Lo importante es aprender de eso.”
“Siempre puedes volver a mí, incluso cuando te sientas así.”

La reconexión es el cierre emocional. Le enseña que el enojo no daña el vínculo, y que el amor sigue estando.

Qué frases evitar (aunque sean bien intencionadas)

  • “No tenés por qué enojarte por eso”
  • “Pareces un bebé cuando haces eso”
  • “Si sigues así, me voy”
  • “Estoy cansado de tu actitud”
  • “Te vas a quedar solo hasta que se te pase”

Estas frases no enseñan a gestionar el enojo. Solo generan vergüenza, miedo o desconexión.

En su lugar, ofrece contención, claridad y límites suaves.

¿Y si tú también te enojas?

Es normal. Somos humanos. Lo importante es no usar nuestro enojo para controlar, castigar o descargar en el niño.

Y si eso pasa, siempre puedes reparar:

“Perdón por haberte gritado. También me enojé y estoy trabajando en eso.”
“No quiero que pienses que tu enojo es malo. Solo quiero ayudarte a expresarlo mejor.”

Cuando tú también hablas de lo que sientes, le enseñas con el ejemplo.

Enseñar a regular sin reprimir

No se trata de que el niño “se porte bien” cuando está enojado. Se trata de que aprenda a:

  • Reconocer lo que le pasa
  • Pedir ayuda si la necesita
  • Expresar su enojo sin hacer daño
  • Volver a la calma con apoyo

Eso no se logra en un día. Es un proceso. Pero uno que construye una base emocional sólida para toda la vida.

El enojo no es lo que rompe el vínculo

A veces sentimos miedo cuando nuestros hijos se enojan. Pero el enojo, bien acompañado, no daña la relación. Lo que fortalece el vínculo es tu capacidad de:

  • Quedarte cerca
  • No tomarlo personal
  • Sostener con amor, aunque sea incómodo

Y cuando haces eso, estás enseñando que en una familia también hay espacio para el enojo, sin que el amor desaparezca.

Me alegra haber compartido este espacio contigo.
Si deseas seguir explorando herramientas para criar con amor y presencia, te invito a leer también:

Deja un comentario