Todos necesitamos ser vistos con ternura, incluso cuando no nos sentimos suficientes.
Hay momentos en los que los niños se sienten pequeños por dentro.
No porque lo sean, sino porque una situación los hizo dudar de su valor, de su capacidad o de su lugar.
A veces lo muestran con silencio.
A veces con enojo.
A veces con lágrimas.
La vergüenza y la inseguridad no siempre se expresan con palabras.
Pero están ahí, escondidas en frases como:
- “No puedo.”
- “Me da pena.”
- “Yo no sé.”
- “No quiero hacerlo.”
- “Soy tonto.”
Y cuando eso pasa, más que corregir o empujar, necesitan que los acojamos con suavidad.
Que los miremos con ojos que no juzgan, sino que cuidan.
Acoger a un niño en su inseguridad es decirle, sin necesidad de muchas palabras:
“Eres suficiente, incluso cuando no te sientes así.”
¿Qué es la vergüenza en la infancia?
La vergüenza aparece cuando un niño:
- Se siente observado o expuesto.
- Cree que no hizo algo “bien”.
- Se compara con otros.
- Siente que decepcionó a alguien.
- Recibió una crítica o burla.
- No se siente aceptado como es.
Es una emoción muy intensa que puede llevar a:
- Ocultarse.
- No intentarlo más.
- Actuar con enojo para protegerse.
La vergüenza no es solo incomodidad.
Puede ser un dolor profundo, el dolor de creer que “no soy suficiente como soy”.
¿Y la inseguridad?
La inseguridad es esa sensación interna de no sentirse capaz, suficiente o valorado.
Puede surgir por:
- Fracasar en algo.
- No recibir reconocimiento.
- Comparaciones constantes.
- Falta de acompañamiento.
- Expectativas demasiado altas.
Ambas emociones necesitan lo mismo: presencia afectiva, palabras que abrazan y gestos que no apuran.
Cuando un niño experimenta inseguridad y encuentra brazos abiertos en vez de críticas, comienza a construir dentro de sí un refugio que lo acompañará toda la vida.
Cómo acoger la vergüenza o inseguridad con amor
1. No minimices lo que siente
Frases como:
- “Eso no es nada.”
- “No seas exagerado.”
- “Ay, no digas bobadas.”
Pueden parecer inofensivas, pero hacen que el niño se sienta incomprendido o ridiculizado.
En su lugar, podés decir:
- “Parece que eso te hizo sentir incómodo, ¿cierto?”
- “Es normal que a veces nos sintamos inseguros.”
- “A todos nos pasa alguna vez.”
Nombrar lo que siente le ayuda a entenderse y a sentirse acompañado.
Cuando validamos, abrimos espacio para la autoaceptación.
2. No lo fuerces a hacer lo que lo avergüenza
A veces, sin darnos cuenta, presionamos:
- “Dígale gracias.”
- “Salude pues, que lo están mirando.”
- “Pero si usted sabe hacerlo, hágalo.”
Y cuando el niño no responde, sentimos frustración.
Pero lo que necesita no es que lo empujes, sino que lo acojas.
Podés decir:
- “Te da pena ahora, ¿cierto? Está bien. Puedes intentarlo cuando te sientas listo.”
- “Si quieres, lo hacemos juntos.”
- “No pasa nada si ahora no puedes.”
Así el niño aprende que su valor no depende de cumplir expectativas externas, sino de ser acompañado en su proceso.
3. Comparte tus propias experiencias
- “A mí también me daba pena cuando tenía que leer en voz alta.”
- “Una vez me sentí igual en una presentación.”
- “Yo también pensaba que no podía, hasta que lo intenté.”
Compartir tus vivencias humaniza, conecta y tranquiliza.
Le enseña que no está solo en su experiencia, que incluso los adultos sienten inseguridades a veces.
4. Enfócate en el proceso, no en el resultado
En vez de elogiar solo cuando “le sale bien”, valorá:
- Su esfuerzo.
- Su valentía por intentarlo.
- Su forma de hablar sobre lo que siente.
Podés decir:
- “Me gustó cómo te animaste, aunque te daba un poquito de pena.”
- “Eso que dijiste me parece muy valiente.”
- “Estoy orgullosa de ti por intentarlo, no por hacerlo perfecto.”
Así, el niño aprende que su valor está en ser y crecer, no en ser impecable.
5. Acompáñalo con tu cuerpo, no solo con palabras
A veces lo más valioso es:
- Sentarte a su lado.
- Ofrecerle la mano.
- Mirarlo con afecto.
- Estar en silencio, pero cerca.
Eso crea un espacio seguro donde puede calmarse sin presión.
La simple presencia amorosa tiene un poder inmenso para sostener la vulnerabilidad.
6. Ayúdale a reconstruir su imagen de sí mismo
Después de un momento difícil, podés decir:
- “Equivocarte no te hace menos.”
- “Tu valor no cambia por lo que pasó.”
- “No hay apuro. Estás aprendiendo, y eso es valioso.”
Estas frases son caricias para su autoestima.
Son como hilos invisibles que remiendan cualquier desgarro emocional que la vergüenza pueda haber dejado.
Qué evitar cuando tu hijo se siente inseguro
- Burlas, incluso si son “chistes”.
- Comparaciones con otros niños.
- Elogios vacíos o exagerados.
- Regaños por no haberlo intentado.
- Reacciones de impaciencia.
Todas estas actitudes, aunque bien intencionadas, profundizan el sentimiento de no ser suficiente.
Cuando un niño siente que tiene que ocultar su inseguridad para ser aceptado, comienza a esconder también sus talentos, sus sueños, su autenticidad.
Lo que tu hijo aprende cuando lo acoges así
- Que no tiene que ser perfecto para ser amado.
- Que puede mostrarse vulnerable sin miedo.
- Que tiene un lugar emocional seguro contigo.
- Que los errores no lo definen.
- Que su proceso es valioso.
Y eso se queda grabado.
En su autoestima, en sus vínculos, en su historia emocional.
Una infancia donde la vergüenza encuentra acogida, y no rechazo, siembra adultos que no temen fallar, que se animan a intentar, que se permiten ser.
Acoger sin presión: el poder de tu presencia
Estar ahí cuando un niño se siente inseguro no es “consentirlo de más”.
Es mostrarle que su dolor tiene un lugar donde puede apoyarse.
Tu mirada, tus palabras, tu calma…
Son refugios que lo sostienen mientras aprende a confiar en sí mismo.
A veces no se necesita hacer grandes discursos.
A veces basta con estar ahí, con todo el corazón abierto, diciendo en silencio:
“No importa cómo te sientas hoy. Aquí siempre tendrás un lugar donde eres suficiente.”
Me alegra haber compartido este espacio contigo.
Si deseas seguir explorando herramientas para criar con amor y presencia, te invito a leer también: