Presencia: más que estar, es estar de verdad
La crianza está llena de momentos: algunos largos, otros breves; algunos caóticos, otros dulces. Pero no todos los momentos valen lo mismo cuando hablamos de conexión emocional.
Lo que hace la diferencia no es cuánto tiempo pasamos con nuestros hijos, sino cómo estamos cuando estamos.
Ser presente no es simplemente estar en la misma habitación. Es mirar, escuchar, registrar. Es decir, sin palabras: “te veo, te escucho, me importas”. Incluso si son solo cinco minutos.
El mito del “tiempo de calidad”
Muchas veces se habla del “tiempo de calidad” como una solución mágica para la falta de horas en el día. Pero eso puede convertirse en otra presión más.
La clave no es que cada momento con nuestros hijos sea perfecto o especial, sino que haya pequeños fragmentos de atención plena, repetidos con constancia, donde el niño se sienta emocionalmente acompañado.
Esos momentos no tienen que ser largos. Tienen que ser reales.
Cómo se siente la presencia (desde el lado del niño)
Para un niño, la presencia se percibe con el cuerpo y con el corazón. No saben ponerle palabras, pero lo sienten cuando:
- Los miramos a los ojos mientras nos cuentan algo
- Les respondemos con interés verdadero
- Dejamos lo que estamos haciendo para abrazarlos con intención
- Nos reímos juntos sin mirar el reloj
- No hay distracciones entre nosotros (pantallas, apuro, listas mentales)
La presencia emocional no se mide en minutos, se siente en el alma.
Estrategias para estar presente, incluso en días ocupados
Si tu rutina está llena, si te cuesta encontrar tiempo, si a veces el cansancio te gana, no estás sola/o. Aquí tienes ideas concretas para crear momentos de conexión en el ritmo real de tu vida:
1. Establece micro-rituales
Pequeñas acciones que se repiten cada día y que son oportunidades de presencia plena:
- Un beso con una frase especial al salir de casa
- Contar un chiste juntos en el desayuno
- Una mini lectura antes de dormir (aunque sea un poema corto)
- Compartir una canción durante el baño
No importa la duración. Importa la intención y la constancia.
2. Apaga el piloto automático
Muchas veces estamos físicamente presentes, pero mentalmente ausentes. Nos movemos en modo automático. Una forma sencilla de romper con eso es detenerte unos segundos y respirar conscientemente mientras miras a tu hijo.
Ese respiro puede convertirse en una pausa sagrada, un regreso al momento presente.
3. Usa los tiempos de transición
Los trayectos en auto, el camino al cole, el rato antes de dormir… suelen ser buenos espacios para conectar:
- Pregunta: “¿Qué fue lo más gracioso de tu día?”
- Jueguen a inventar una historia juntos
- Escucha lo que te dice sin interrumpir ni corregir
No necesitas inventar tiempo. Solo habitar el que ya está.
4. Deja el celular lejos por unos minutos
Cinco minutos sin pantalla pueden ser más valiosos que una hora con el celular en la mano. El gesto de dejarlo a un lado comunica: “Este momento es solo para nosotros”.
Hazlo un ritual: cinco minutos de atención total cada día, sin pantallas. Pueden llamarlo “el rato de mirarnos”, “el tiempo de nosotros”, o como más les guste.
5. Valida el momento, aunque no puedas quedarte
A veces no puedes dejar lo que estás haciendo. En esos casos, una frase clara y afectuosa ayuda:
“Te estoy escuchando, pero ahora necesito terminar esto. En 10 minutos me siento con vos.”
Y luego, cumple lo prometido. Eso construye confianza y también enseña a esperar con seguridad.
No necesitas hacerlo perfecto
Quizás pienses: “Pero hoy estuve distraída todo el día”. O “no sé si estoy logrando estar realmente presente”. La buena noticia es: nunca es tarde para reconectar.
Un abrazo sincero, un “perdón, hoy estuve apurada”, un rato de juego antes de dormir… todo eso repara. La presencia también es eso: saber volver, saber quedarse, saber decir “aquí estoy”.
Los pequeños momentos también son grandes
Al final del día, lo que más queda no son las grandes vacaciones ni los juguetes caros. Lo que se queda en la memoria emocional del niño es:
- La forma en que lo miraste cuando te contó su dibujo
- El abrazo después del llanto
- La voz que lo llamó por su apodo cariñoso
- El ratito a solas compartiendo pan con mantequilla y risas
Eso también es presencia. Eso también construye vínculo. Eso es la infancia que recordarán.
Un minuto de verdad vale más que una hora a medias
A veces no podemos dar todo el tiempo que quisiéramos. Pero podemos regalar presencia real, aunque sea en dosis pequeñas. Y eso, para un niño, es suficiente para sentirse amado, seguro, importante.
La próxima vez que sientas culpa por no tener más tiempo, recuerda: lo que tu hijo más necesita es sentirte ahí cuando estás. Sentir que estás de verdad.
Aunque sea solo por un ratito. Aunque sea con una taza de leche y una mirada sincera.
Me alegra haber compartido este espacio contigo.
Si deseas seguir explorando herramientas para criar con amor y presencia, te invito a leer también: